miércoles, 23 de noviembre de 2011

Hoy es miércoles!!


“A buenas horas mangas verdes”, pensará más de uno al leer el título de la entrada de hoy, pero, como todas las cosas que os voy escribiendo a través de este espacio, todo tiene un por qué. A los que hayan estado de experiencia alguna vez aquí en Tánger al leer el título de la entrada de hoy podrán intuir más o menos de lo que va a tratar la entrada de hoy, pero como este blog es para todo el que lo lea, haya venido o no, os comento que en la entrada de hoy vamos a tratar un tema especialmente delicado y duro del panorama tangerino, hoy vamos a hablar de los niños de la cola.

Para empezar me gustaría recordar las palabras que una de las chicas con las que tuve la oportunidad de compartir la experiencia en el mes de abril de este año me dijo cuando hablábamos de los niños de la cola, ella pensaba que la denominación venía dada porque estos niños eran los que estaban al final del mundo, eran los últimos en la escala social de las sociedad marroquí, en definitiva eran lo olvidados, los niños de la cola del mundo. Pero no es así la denominación les viene dada por la sustancia de la que son adictos y la que están enganchados para superar en cierta manera su penosa situación.
Niños esnifando pegamento

Ciertamente la chica no estaba equivocada y es verdad que estos chicos forman parte de la escala más baja de la sociedad marroquí pero, como digo, su nombre viene por su adicción a esnifar todo tipo de pegamentos, colas, disolventes, etc… Son adictos al consumo de una sustancia que les permite evadirse de su cruda realidad, de la vida que llevan, de dormir en la calle, de haberles sido arrancada de cuajo la infancia que muchos de ellos no han podido disfrutar.

Las historias de estos chavales son ciertamente muy duras, muchos de ellos han sido echados de sus casas, bien porque la familia no los ha podido mantener, existen casos de familias muy numerosas que se ven obligadas a abandonar a sus hijos mayores para poder sacar adelante a los más pequeños, es muy duro pero aquí es una realidad. Las condiciones en las que viven, o más bien malviven, son infrahumanas, muchos de ellos duermen en las calles o en los parques porque no tienen ningún lugar al que acudir, no tienen un sitio al que llamar casa. Muchos de ellos se ven obligados a prostituirse para poder pagarse su “elixir”, la cola o el pegamento que les permita colocarse y olvidar la dureza de su existencia. Además algunos son captados por redes de delincuencia para  utilizarlos para cometer pequeños hurtos a turistas o delitos por el estilo para poder sacar unos dírhams con los que conseguir el pegamento o la cola que esas mismas redes les suministran.

Cuando uno se los encuentra por la calle ciertamente dan un poco de miedo, sus ropas, su mirada perdida, la suciedad que llevan encima te levanta toda clase de sentimientos, menos la ternura. Y es que cuando uno los ve de esa guisa se le olvida por completo lo más grave del asunto, ¡¡son niños!! La mayoría de los chavales de los que hablo no sobrepasan los quince años, son niños en plena adolescencia a los que les han despertado del sueño de la infancia con una bofetada de realidad demasiado dura. Algunos de ellos con los años que tienen ya saben lo que es recibir una puñalada o un puntazo en una disputa callejera por unos cuantos dírhams con los que poder comprarse el pegamento. 
Dos chicos compartiendo una bolsa con pegamento.

Añadido a todo esto la gente de aquí, los lugareños, les trata como si fueran animales, aunque ciertamente puede ser esa la mejor definición que desde fuera y sin adentrarse mucho en su realidad se puede hacer de ellos, pues comen cuando tienen hambre, duermen cuando tienen sueño, beben cuando tienen sed y el resto del tiempo ven la vida pasar desde “el cielo de su adicción”. Intentad hacer ese ejercicio de empatía que tanto me gusta a mí proponer y pensad por un momento en la miseria de su existencia, en el escaso valor de sus vidas.

Dentro de esta cruda realidad, de esta supervivencia dentro de la jungla de asfalto, en este caso el símil es real, estos chicos encuentran un “oasis” en mitad del desierto de su existencia cada semana. Como podréis adivinar llegados a este punto ese oasis se produce los miércoles, pues ese día reciben por unos momentos, probablemente menos de los que quisieran y seguramente mucho menos tiempo del que se merecen, la oportunidad de sentirse en casa, de volver a un lugar donde les esperan, donde hay gente que se preocupa por ellos y por sus problemas.

Ese lugar del que os hablo es la casa que las Misioneras de la Caridad, las hermanas de la Beata Madre Teresa de Calcuta, tienen en la calle Siaghins (para que os hagáis una idea en mitad de la calle principal del zoco, motivo por el cual han recibido muchas presiones por parte de los comerciantes de la zona, y no es raro encontrar todos los miércoles una furgoneta de la policía en la puerta de la casa). 
Beata Madre Teresa de Calcuta

Como os digo en esa casa, antigua iglesia de La Purísima y sede de la catedral de Tánger hasta la construcción de la actual, se les atiende todos los miércoles a partir de las 14.30 hora para darles un poco de ayuda. Por lo general los chicos reciben una ducha, para algunos la única de la semana, un plato de comida caliente y algo de ropa en los casos en los que se ve más necesario. Pero lo más importante de todo lo que reciben allí es algo que no se ve, es algo invisible pero muy necesario, reciben dignidad, la dignidad que les es negada por sus vecinos. Durante un rato vuelven a sentirse niños, sin problemas, protegidos bajo un techo, jugando sin mayor preocupación que saber cuál es su turno para la ducha.
Casa de las Misioneras de la Caridad en Tánger

De este tema os volveré a hablar en alguna futura entrada pero no quería dejar pasar la oportunidad de hablaros de esta realidad que, no sólo en Tánger si no en otros muchos lugares del mundo, golpea, marca y deja grabada a fuego en el corazón de quien lo ve y siente la impotencia de no poder hacer nada.

Un abrazo muy fuerte a todos y, que no se os olvide, ¡¡SED FELICES!!

Pd: a aquellos que no lo hayáis hecho os invito a leer las entradas de los dos últimos martes, … y también la lluvia y clandestino, sé que las horas de publicar no son las mejores pero creo que afrontan dos temas muy interesantes, ya intentaré buscar la manera de haceros llegar un poquito más temprano las entradas de esos días.

1 comentario:

  1. Gracias por hacerme recordar esa tarde jugando al fútbol en una iglesia desacralizada de Tánger, donde unos chavales descalzos te daban las 4 monedas que tenían para que se las guardaras mientras se daban la que quizás fuese la única ducha que tendrían en toda la semana. Rubén

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