lunes, 28 de noviembre de 2011

Rincones con “encanto”, parte I


Hola a todos, con la entrada de hoy comenzamos una especie de “ruta turística” por algunos de los lugares que están llamando especialmente mi atención en el transcurso de esta experiencia que estoy realizando aquí en Tánger. Si me lo permitís, e intentando imitar a mi admiradísimo José Antonio Labordeta, os voy a ir enseñando alguno de esos lugares que no me dejan indiferente, que por unos u otros motivos se me quedan grabados en la mente y que desde este espacio me gustaría compartir con aquellos que seguís la lectura de este blog.

Para la ruta de hoy no hace falta prepararse mucho, el camino hasta el primer lugar con el que abro esta sección no es para nada largo, es más incluso lo podemos hacer en pijama, desde uno de los cuartos de baño del hogar se puede contemplar, si no nos apetece arreglarnos para salir, el lugar al que os llevo hoy es a la Rue Magallanes.
Plano del "rincón turístico", perdón por la calidad
 Situada a escasos treinta metros del boulevard Pasteur, una de las calles más transitadas de Tánger, tanto por turistas como por habitantes locales como por vehículos, en la que nos podemos encontrar todo tipo de tiendas que nos recuerdan que vivimos en un mundo globalizado, como dato curioso os comento que aquí también tiene sus tiendas el señor Amancio Ortega, tiendas de franquicias mundiales que tienen sus tiendas también aquí en Marruecos y que, concretamente aquí en Tánger, han elegido una de las mejores calles de la ciudad, la Rue Magallanes no deslumbra tanto como su vecino boulevard, no hay tantas luces de neón que nos anuncian tal o cual tienda, de hecho no tiene luces, las únicas bombillas que alumbran la calle son las de la entrada a la residencia de voluntarios, donde estoy viviendo yo ahora, y las luces de una oficina recién abierta en el monstruoso edificio que hay al lado del complejo del Sagrado Corazón.
Perspectivas de la Rue Magallanes
Como digo en el primer lugar de nuestro particular tour la luz artificial no es uno de los motivos por los que merezca la pena visitarla. Es una calle bastante angosta, de hecho en dos puntos de la misma hay una serie de escalones para evitar el grandísimo desnivel que hay, los coches pueden circular por la calle pero no la pueden recorrer entera de un extremo al otro. A lo largo de su recorrido hay pocas casas, pero sí que cuenta en su trayecto con un par de hoteles, de esos con “encanto”: el Ibn Batouta y el Muniria, este último alberga en su última planta uno de los pubs en los que se reúne la comunidad extranjera de la ciudad y algunos jóvenes modernillos locales, muy fashion victim si os soy sincero, el Tangerinn. El hotel Muniria además cuenta con un hueco significativo dentro de la literatura universal pues en una de las habitaciones del hotel se escribió el libro “El almuerzo desnudo” de William Burroughs en el año 1959, en plena etapa de esplendor de la ciudad internacional cuando multitud de artistas y personalidades venían a la ciudad atraídos por su carácter cosmopolita, bohemio y despilfarrador.
Hotel Muniria y el Tangerinn
 A grandes rasgos os he presentado el lugar al que dirigimos hoy la mirada, bueno pues medio siglo después de aquellos años de esplendor la Rue Magallanes se ha quedado convertida en un callejón oscuro en el que se dan cita toda clase de personajes turbulentos y en el que el peligro y la miseria van paseando de la mano. El suelo, por el que algún día pasaron grandes escritores como el mencionado Burroughs o Paul Bowles, a penas si recuerda aquellos años de gloria y actualmente muestra una imagen más próxima a un vertedero que a una calle de verdad. Aprovechando el resguardo de las paredes de los edificios que la circundan  la calle se da cita todo tipo de gente que aprovecha la ausencia de miradas indiscretas para hacer sus necesidades (aguas mayores y menores), para mantener furtivos encuentros amorosos,  consumir sustancias prohibidas (alcohol, drogas, etc…) o parar tirar todo tipo de basura o escombros sin que nadie les recrimine por ello, motivo por el cual no es raro encontrarse ratas de tamaño respetable paseando tranquilamente por la calle. Además los fines de semana la calle, a altas horas de la madrugada, se convierte en improvisado karaoke sin micrófonos ni pantallas en el que los divertidos clientes, que abandonan el Tangerinn, “deleitan” al vecindario con sus entonadas voces al son de canciones populares. También en algunas ocasiones, y ahora con bastante más frecuencia, suelen encenderse hogueras en las que algunos de los “vecinos” de la calle se calientan, combaten el frío o cocinan.

Actualmente, y de manera más o menos continuada, contamos con un vecino que vive en un “apartamentito” justo en mitad de la calle. Un apartamentito de cartón y mantas en el que el buen hombre pasa los días y combate el frío como buenamente puede. No sé cómo se llama, ni cuántos años tiene, ni por qué está en esa situación pero lo que sí sé es que, probablemente, fuera uno de esos niños de la cola, a veces le veo esnifando pegamento de una bolsa, que no han conseguido superar la adicción y están abocados a esa vida. Me cuentan mis compañeros de casa que le han visto caminar con dificultad hace algún tiempo, actualmente está en silla de ruedas, que resguarda del frío bajo alguna de las mantas y que usa como almohada, lo cual hace todavía si cabe más dramática su situación. Es un hombre joven no creo que pase de la treintena pero probablemente esté deseando que esa situación termine lo antes posible, como sea. En ocasiones le vienen a hacer alguna visita y se le unen en “casa” algunos compañeros que como él se ven obligados a vivir en la calle, a luchar por llegar a la mañana siguiente, organizan alguna pequeña fogata en la que calentarse y cocinar lo poco que tengan, y de esa manera hacen la dura situación en la que se encuentran un poco más llevadera.
"Apartamentito" de nuestro vecino.
 Aquí termina nuestro pequeño viaje de hoy, viaje a una realidad que como muchas otras aquí en Tánger está escondida de los ojos de los turistas, pero que los que nos adentramos un poquito más allá de las rutas propuestas por las guías vemos y “disfrutamos” con bastante frecuencia, como he comentado en alguna entrada anterior el lujo y la miseria viven puerta con puerta en esta ciudad llena de contrastes.

Un fuerte abrazo a todos y ¡¡SED FELICES!!

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