sábado, 24 de marzo de 2012

Polémicas

Observo estos días, desde la relativa distancia que me da la separación del Estrecho, que se está instaurando un clima de crispación al otro lado que me ha hecho reflexionar al respecto de la manera en la que se afrontan las polémicas, la forma en la que actuamos cuando tenemos que debatir con alguien sobre temas y situaciones que generan especial controversia y he llegado a algunas conclusiones que me gustaría compartir con aquellos que pasáis por aquí.
El volumen de la voz con la que se defiende una postura no le da más razón a quien la defiende.

Para empezar me gustaría decir que yo soy un amante de la disputa dialéctica, que siempre me ha encantado debatir sobre los temas de actualidad en los que, depende de la sensibilidad y la manera de ser y de pensar de cada uno, se puede defender una u otra postura. Además siempre me ha gustado intentar tener una opinión razonada sobre las cosas, utilizando el espíritu crítico y sopesando siempre los pros y los contras de la postura que asumo, y, aunque reconozco que no siempre ha sido así, con la mente abierta a escuchar y a asumir que se puede estar equivocado, que no siempre tenemos la razón, quizá haya sido un poco polémico pero nunca he dejado pasar la oportunidad de entrar en un debate sobre política, religión, amor, deporte... aunque, también lo reconozco, muchas veces sólo he llevado la contraria y he defendido lo indefendible por el simple placer de verle la paciencia a mi interlocutor.

Dicho todo esto, veo estos días que el tema de las polémicas va cada día más en aumento y cada vez con menos tolerancia y respeto por las opiniones contrarias, resguardados bajo el cobijo del fanatismo y de la falta de espíritu crítico con respecto de las propias opiniones. Me sorprende ver que en los debates, de los que soy testigo desde este lado del puente, más que defender opiniones y dar razones y justificaciones sobre la postura adoptada los oradores se dedican a criticar la postura del adversario. Pareciera que la razón te la da la ingeniosidad de la crítica más que la veracidad de las razones por las que se defiende la propia opinión. También en algunos casos parece que el volumen de las voces con las que se defiende una posición es lo que da veracidad y respaldo, más allá de las razones verdaderas que llevan a tomar esa postura.
Debatir es un ejercicio de profundizar en nuestra manera de estar ante la vida.

En una semana como esta que ha estado llena de polémicas: política, fútbol, religión, justicia... me ha llegado hasta aquí la sensación de que cuando se discute se pierden rápidamente de vista algunas cosas que creo que son fundamentales, la más importante de todas ellas es que somos personas, y digo esto porque algunos debates distan bastante poco de las imágenes de los documentales de animales salvajes que entrechocan los cuernos dirimiendo el liderazgo de la manada, de hecho creo que para algunas disputas los animales salvajes y el ser humano no se diferencian tanto, si no fuera por la capacidad de andar sobre las patas traseras y por el pulgar enfrentado a veces no sabría distinguir quién es quién.
A veces los debates están más próximos a esta situación de lo que deberían.

Disfrutemos de las oportunidades de debatir y exponer nuestra opinión, pero hagámoslo siempre desde un razonamiento lógico y con un espíritu crítico respecto de nuestras opiniones y estando siempre dispuestos a aceptar que podemos no tener la razón, de esta forma podemos encontrar un camino para profundizar en nuestra posición ante la realidad, nuestra manera de estar ante la vida.

Un fuerte abrazo para todos y ¡¡SED FELICES!!

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